viernes, 7 de febrero de 2014

Andrómeda: el Estado profundo en Colombia

Andrómeda: el Estado profundo en Colombia

La revista Semana ha revelado la existencia de una operación de inteligencia militar para espiar los diálogos de paz en La Habana así como a figuras políticas de oposición, la cual era conocida con el código de “Andrómeda”[1]. Estas revelaciones demuestran, inequívocamente, tres cosas. Primero, las agudas contradicciones internas del bloque en el poder, cuyos hilos son en realidad movidos desde EEUU. Segundo, que el tema de la utilización de los aparatos de inteligencia en tareas propias de la guerra sucia es un fenómeno más extendido que unos cuantos funcionarios corruptos del antiguo DAS y que infecta todos los aparatos de inteligencia que han proliferado como maleza en el Estado. Tercero, que el problema es mucho más profundo que “chuzadas” o “escuchas”; el problema es qué se está haciendo con esta información, porque acá ha habido manipulación política, sabotajes, atentados, amenazas, hostigamiento, asesinatos y desapariciones.

Sin ir más lejos, hace unos días aparecía un panfleto firmado por los comandos urbanos de la agrupación paramilitar “Los Rastrojos” en la que decían tener información sobre los esquemas de seguridad y el itinerario diario de miembros de la Marcha Patriótica, la MIA y la Unión Patriótica[2] ¿quién les provee esta información? ¿Cómo es que Uribe Vélez consigue información sensible sobre el proceso de paz para torpedearlo desde Twitter?

George Orwell se quedó, francamente, corto en su obra “1984” sobre una sociedad distópica dominada por el “Gran Hermano”. Colombia se ha convertido en el Estado policial-político por excelencia, mientras se mantiene una fachada liberal para engañar a los ingenuos. Un Estado policial, además, manejado a control remoto: como si ya las declaraciones del Washington Post no hubieran dejado suficientemente en claro que los hilos de las operaciones contrainsurgentes se manejan en realidad desde EEUU, ahora se revela que los aparatos de inteligencia militar y sus “salas grises” de interceptación son manejados directamente por la CIA, y son ellos los “verdaderos jefes”, en opinión de un militar colombiano[3]. No es casual que en fotografías de efectivos militares en “Andrómeda” se les ve portando en sus uniformes banderas de EEUU, no de Colombia; queda claro para quién trabajan.

Dos oficiales de inteligencia han sido relevados por el caso: Jorge Zuluaga y Mauricio Ricardo Zúñiga[4]. La gravedad de lo ocurrido ameritaba, por lo menos, sanciones a las más altas instancias de la institución, por incompetentes o por cómplices. Pero una vez más, el ministro de guerra Juan Carlos Pinzón ha demostrado ser intocable, pese a sus contantes sabotajes al proceso de paz y hacer labor de zapa al uribismo recalcitrante en su cartera.

En Turquía, desde los ’70 con los crecientes escándalos que vinculaban orgánicamente al ejército, los aparatos de inteligencia, la red anticomunista Gladio de la OTAN, funcionarios y la mafia, en una estructura críptica que controlaba los aparatos estatales, se acuñó el término “Estado profundo” (Derin Devlet en turco) para indicar la fuente real del poder más allá de las fachadas institucionales y los controles legales. Escándalo tras escándalo se revela en Colombia la omnipresencia del “Estado profundo” que extiende sus tentáculos por todo el territorio, incluso (o sobretodo) ahí donde el “Estado de fachada” dice no tener presencia o ser estructuralmente débil. Y después de alimentar este monstruo, aparece el ministro del interior Aurelio Irragori diciendo que ellos son víctimas (ie., de su propio invento)[5].

Suena a burla escuchar a Santos decir que se llegará hasta las últimas consecuencias en la investigación. Cada vez queda más claro que, frente al bloque en el poder, no tiene siquiera capacidad política para controlar las explosivas contradicciones internas frente a las negociaciones de paz; no es él quien gobierna Colombia[6]. A lo sumo, es capitán del Estado de fachada. Además, ni siquiera tuvo capacidad de llegar hasta el final con el problema relativamente más sencillo del DAS: esta institución, luego del escándalo de las “chuzadas” terminó reciclándose en el DNI, a la vez que sus 5.000 funcionarios eran reubicados en otras instituciones estatales; el grueso de sus crímenes permanecen impunes, y para colmo, Semana revela que el DAS sigue existiendo, desde las sombras, con un total de 300 funcionarios[7].

El Estado colombiano cada vez se parece más al “Cartel de los Sapos”. Esta no es una discusión técnica sobre la “modernización” de la inteligencia, la cual es bastante moderna, diríamos incluso que de punta. La discusión es eminentemente política y se relaciona directamente con el tema de las negociaciones para superar el conflicto armado. ¿Con quién hay que negociar entonces si Santos no tiene el poder? ¿Cómo podrá garantizar la implementación de acuerdos mínimos para la superación del conflicto? ¿Cómo garantizar que los saboteadores de la derecha permanezcan a raya? ¿Cómo garantizar que el ejército, institución intocable, se someta a la autoridad civil? 

Santos dice que con estas negociaciones no cambiará nada, pero es que sin cambios profundos, de raíz, frente al “Estado profundo” (mafioso, paramilitarizado, caníbal), no habrá paz, ni en el sentido más estrecho de la palabra. Así de sencillo.

José Antonio Gutiérrez D.
6 de Febrero, 2014


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